La costumbre que se repite en vísperas del 6 de enero.
El 6 de enero de cada año, con la llegada de los Reyes Magos y sus regalos, culmina la temporada de fiestas de fin de año que comienza a principios de diciembre.
Los niños les escriben cartas a Melchor, Baltasar y Gaspar con un regalo deseado. La noche anterior, la carta se deja dentro de un zapato que acompaña un cacharro con agua y un poco de pasto en la puerta, ventana o patio del hogar.
Tanto el pasto como el agua son para los camellos en los que se transportan los Reyes Magos, tal como se hacía antiguamente en gran parte de Oriente. Si bien las costumbres varían en cada familia, los zapatos, o algún tipo de calzado, siempre están. Hay distintas teorías que explican el origen de este gesto.
La tradición de Reyes Magos en Europa
La teoría más fuerte sobre cómo comenzó la costumbre de dejar los zapatos se remonta a la Países Bajos (Holanda en ese entonces) del Siglo XV. Existía la tradición de “poner un zapato” durante una noche por estas fechas: las personas de sectores más populares llevaban sus zapatos a la Iglesia para que los ricos depositaran allí sus limosnas. Al día siguiente, se repartían los «regalos» entre las familias pobres.
Esta noche de Reyes niños y no tan niños limpiarán con esmero los zapatos que dejarán junto a la ventana o al pie del árbol para recibir los regalos de los tres Magos de Oriente. Así lo hicieron sus padres y sus abuelos, siguiendo una larga costumbre cuyo origen se pierde en el tiempo.
Al parecer la tradición viene de una antigua leyenda piadosa que triunfó en España, según la ‘Breve historia de la Navidad’ o de ‘El día de Reyes’, del madrileño Francisco José Gómez. Según este relato, unos niños de Nazaret que vieron pobre y descalzo al Niño Jesús le regalaron unos zapatos que ya no usaban. Por la noche, los chicos limpiaron los suyos y antes de dormir los dejaron junto a la ventana, donde los encontraron al día siguiente llenos de regalos.